REENCUENTRO CON DICKENS EN LA PATAGONIA


Este texto es un artículo periodístico de Ramón Pérez de Ayala, escritor y periodista nacido en 1880 en Oviedo y uno de los más reconocidos escritores españoles del siglo XX. Estudió derecho en Oviedo bajo la protección de Leopoldo Alas «Clarín». Allí entró en contacto con los pensadores del krausismo, entre ellos Rafael Altamira, Adolfo Posada y otros .El ovetense Pedro González Blanco le puso en contacto con los modernistas de Madrid. Fue uno de los miembros principales del novecentismo, movimiento asociado a las vanguardias artísticas y literarias de principios del siglo XX como reacción contra el modernismo y que se caracteriza por la voluntad de rigor y racionalidad. Cultivó todos los géneros y destacó en todos ellos menos en el teatro. El novecentismo fue el termino usado para designar a aquellas obras de arte que se alejaban de las formas literarias y artísticas que habían sido heredadas del siglo XIX. Pérez de Ayala vivió sucesivamente en París y en Biarritz y más tarde en Buenos Aires, donde fue nombrado agregado honorario de la Embajada de España. Regresó provisionalmente a España en 1949 para resolver algunos asuntos personales, regresando después a Argentina.  Varios reveses familiares y sociales le sumieron en una aguda depresión. Tras la amputación de la pierna de uno de sus hijos y la muerte de otro, decidió volver definitivamente a España en 1954. Murió en Madrid en 1962. Sus artículos están recogidos en Crónicas londinenses y Artículos y Ensayos en los semanarios “España”. “Nuevo Mundo” y “La Esfera.” Obras completas recoge una cantidad importante de su obra.
En este texto escrito para el periódico ABC, Pérez de Ayala narra un viaje que hizo por la región de la Patagonia y de cómo por la noche releía dos obras de Charles Dickens: The pickwick papers y Oliver Twist. Durante estos momentos de lectura, el periodista describe la sensación de soledad y de silencio que transforman a las horas nocturnas en una fuente casi ilimitada de imaginación y de ideas. La vigilia (término común con Borges, escritor de la tierra que Ayala recorre), parece revivir la inspiración del autor pero que se ve destruido por la llegada del día: “es como si hubiéramos tenido en un encerado la solución de un difícil problema y de repente una esponja, manejada por una mano invisible, lo borra todo, sin dejar rastro ni huella…”
Ayala vuelve a las novelas de Dickens y hace una reflexión sobre el arte genuino y de cómo este perdura en el tiempo, llegando a formar parte de tu persona y convirtiéndose en experiencias personales del sujeto. Es ese el impacto que tienen estas novelas de Dickens sobre el periodista. Según él, una buena novela gana con cada lectura, pero esto no se debe a la obra, pues lo que está escrito en ella es invariable, lo que cambia es quien las lee; el lector ha ido cambiando y evolucionando en el paréntesis temporal que se ha dado entre las diferentes lecturas de una misma obra. Ayala argumenta que la novela es “la realidad esencial, la vida hecha algo individual”. “Y si es novela tiene que ser realidad, pero realidad esencial; una proyección o extracto superrealista …”
Es con esta reflexión final sobre la novela y sobre la madurez que le da la vida a un individuo y que lo aprovisiona de experiencias para escribir como termina este artículo marcado por esa lucidez que parecía tener el escritor ovetense y que le otorgaba una visión particular sobre su oficio y la vida.

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